El relato cuenta la vida de Nathaniel, un joven que cada noche, al irse
a dormir, siente retumbar pasos en el umbral de su casa, y cree que quien ronda
es el temible Hombre de Arena (un ser de leyenda que echa arena en
los ojos de los niños que no duermen). Con el tiempo Nataniel descubrirá que
su Hombre de Arena es el
abogado Coppelius, un conocido de la familia que mantiene una rara relación con
el padre de Nataniel.
En veladas nocturnas, su padre y Coppelius realizan
experimentos químicos en los que la voz de Coppelius suele reclamar
desesperadamente: "¡Ojos, ojos!". Nathaniel no sabe bien qué
significa todo esto, pero tras un suceso
imborrable de la infancia que le deja traumatizado, vincula ese dolor con su
terror hacía el hombre de arena y hacía Coppelius, haciendo que su obsesión por
un temor infantil, sobrepase los límites...
Durante un tiempo de obsesión y pesar, cree que ha
dejado este temor atrás, hasta que con los años, a pesar de estar comprometido se enamora de Olimpia, una muchacha muy bella pero algo automatizada
en sus movimientos, aunque lo más enigmático está en su mirada, en esos ojos
que miran sin ver...
El Hombre de Arena, como casi todos los relatos de Hoffmann, envuelve al lector en un ambiente que abarca el misterio, la fantasía y el terror; son mundos al límite entre el sueño y la realidad, pero siempre temiblemente inquietantes, asimismo, realiza un interesante estudio acerca de la condición humana y su concepto de sensatez y locura
El Hombre de Arena, como casi todos los relatos de Hoffmann, envuelve al lector en un ambiente que abarca el misterio, la fantasía y el terror; son mundos al límite entre el sueño y la realidad, pero siempre temiblemente inquietantes, asimismo, realiza un interesante estudio acerca de la condición humana y su concepto de sensatez y locura
CITAS DEL LIBRO
"Cuando digo que viene
el hombre de la arena, únicamente quiero decir que tenéis sueño y que cerréis
los ojos como si os hubieran echado arena"
"un hombre muy
malo, que viene en busca de los niños cuando se niegan a acostarse les arroja
puñados de arena a los ojos, los encierra en un saco y se los lleva a la luna
para que sirvan de alimento a sus hijos".
"El hombre de arena
me conducía a la esfera de lo maravilloso, de lo fantástico, idea que tan
fácilmente germina en el cerebro de los niños. Nada me agradaba tanto como oír
o leer cuentos de espíritus, de hechiceros y de duendes; pero a todo esto, se
anteponía el hombre de la arena, cuya imagen dibujaba yo con yeso o carbón en
las mesas, en los armarios y en las paredes, representándolo bajo las figuras
más extrañas y horribles"
"Cuando al fin vi a
Coppelius me imaginé que este odioso personaje no podía ser otro sino el hombre
de la arena, pero en vez de ser el de los cuentos infantiles, aquel espantajo
que tenía niños en un nido en la luna... ¡no! Veía en él algo satánico e
infernal, que debía atraer sobre nosotros alguna terrible desgracia"