El padre de Nadia lleva muchos años en paro. No quiere volver a Marruecos y tampoco logra adaptarse a las costumbres europeas a pesar de que allí ha formado una familia.
Por eso, cuando su mujer decide divorciarse, aprovecha las vacaciones para llevar a los niños a su tierra y alejarlos así de su madre. Pero a ellos no les gusta su nueva vida en el campo: Se sienten extranjeros y echan de menos su antigua vida.
Un retrato realista y tolerante de los problemas que plantea la inmigración y la búsqueda de la identidad cultural.
CITAS DEL LIBRO
“Mi padre es marroquí. Quizá eso explique su forma de comportarse, pero no debe servir de excusa.”
“Frente a los extraños se comportaba como el inmigrante desfavorecido, un ignorante infeliz digno de ayuda. Pero en casa estaba muy lejos de la sumisión. Se volvía molesto y exigente, y nos pegaba a menudo, cada vez que consideraba que no aguantaba más. No podíamos defendernos. Habíamos aprendido a obedecerlo desde pequeños, porque ese era el gran privilegio del hombre árabe: una obediencia total e incondicional de la mujer y los hijos.
"Estábamos atados por sus principios como si no tuviésemos derecho a una forma de vida propia.”
“Durante mucho tiempo me resistí a la idea de que el racismo tuviese lago que ver, pero sumando experiencias tenía que admitir que sí existía, también en el colegio. Si te llamas Nadia Zerouali, desde el principio eres juzgada de otra forma que una Sandra Janssen. Algunos profesores intentan negar este prejuicio, con la consecuencia de que su postura pasa a ser de una exagerada amabilidad y compasión (lo que es igual de grave)"
“Aquel era un país en el que más que vivir se sobrevivía. Creo que allí fue donde terminé de madurar. Nada de niñerías tontas, nada de sensibilidad exagerada."
"Allí aprendí a mantenerme y a defender mis privilegios entre tanta gente que se había vuelto egoísta por la miseria.”
“Para los inmigrantes es igual de difícil acostumbrarse a nuestra forma de vida, sin familia y sin compañía.”
"Y entonces empecé a contar todo lo que habíamos pasado. Hablé del secuestro, de nuestra angustia y nuestra esperanza, de la fiesta del cordero y de la boda. Conté hasta que se me soltó el nudo que me atenazaba el estómago. Un silencio sepulcral inundaba la clase. Pero al principio no lo noté. Conté cosas hasta que se me secó la garganta. Y la última frase que dije fue: "He vuelto. La vida es muy diferente al otro lado del estrecho. Pero he vuelto"
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CITAS DEL LIBRO
“Mi padre es marroquí. Quizá eso explique su forma de comportarse, pero no debe servir de excusa.”
“Frente a los extraños se comportaba como el inmigrante desfavorecido, un ignorante infeliz digno de ayuda. Pero en casa estaba muy lejos de la sumisión. Se volvía molesto y exigente, y nos pegaba a menudo, cada vez que consideraba que no aguantaba más. No podíamos defendernos. Habíamos aprendido a obedecerlo desde pequeños, porque ese era el gran privilegio del hombre árabe: una obediencia total e incondicional de la mujer y los hijos.
"Estábamos atados por sus principios como si no tuviésemos derecho a una forma de vida propia.”
“Durante mucho tiempo me resistí a la idea de que el racismo tuviese lago que ver, pero sumando experiencias tenía que admitir que sí existía, también en el colegio. Si te llamas Nadia Zerouali, desde el principio eres juzgada de otra forma que una Sandra Janssen. Algunos profesores intentan negar este prejuicio, con la consecuencia de que su postura pasa a ser de una exagerada amabilidad y compasión (lo que es igual de grave)"
“Aquel era un país en el que más que vivir se sobrevivía. Creo que allí fue donde terminé de madurar. Nada de niñerías tontas, nada de sensibilidad exagerada."
"Allí aprendí a mantenerme y a defender mis privilegios entre tanta gente que se había vuelto egoísta por la miseria.”
“Para los inmigrantes es igual de difícil acostumbrarse a nuestra forma de vida, sin familia y sin compañía.”
"Y entonces empecé a contar todo lo que habíamos pasado. Hablé del secuestro, de nuestra angustia y nuestra esperanza, de la fiesta del cordero y de la boda. Conté hasta que se me soltó el nudo que me atenazaba el estómago. Un silencio sepulcral inundaba la clase. Pero al principio no lo noté. Conté cosas hasta que se me secó la garganta. Y la última frase que dije fue: "He vuelto. La vida es muy diferente al otro lado del estrecho. Pero he vuelto"
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